2 Análisis especial: transferencias fuera de sitio para disposición final en América del Norte, 2014-2018
2.5 Producción sostenible y alternativas a la generación y eliminación de residuos industriales
2.5.1 Producción sostenible y el concepto de economía circular
Para comprender mejor la necesidad de abordar los patrones de consumo actuales, es preciso reconocer que la tasa de crecimiento de la población mundial se ha acelerado, al igual que ha ocurrido con la demanda de productos y servicios para satisfacer las necesidades básicas. El poder adquisitivo de los consumidores, incluido el consumo de productos de corta duración por parte de quienes pueden adquirirlos, ha aumentado. Las tendencias en los patrones de consumo creciente ponen en juego la capacidad del planeta para proporcionar materias primas, además de dar lugar a impactos ambientales y sociales que a la larga (de hecho, lo están haciendo ya) excederán los beneficios económicos derivados del desarrollo en el sector productivo, haciéndolo insostenible. El modelo “producir-usar-tirar”, conocido como modelo de economía lineal (véase la figura 25), consiste en una secuencia de etapas que van desde la extracción, producción y consumo de recursos hasta la eliminación de residuos o desechos.
Figura 25. Modelo de economía lineal
Para abordar los problemas derivados de un modelo de economía lineal, así como otros aspectos relacionados con el desarrollo humano y el medio ambiente, los líderes mundiales han adoptado un conjunto de objetivos para erradicar la pobreza, proteger el planeta y garantizar la prosperidad para todos, como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible (Agenda 2030): los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Uno de los ODS que reviste particular relevancia para el presente informe es el ODS 12, relacionado con procesos sostenibles de producción y consumo, y la prevención, reducción y gestión adecuada de residuos (ONU, 2015).
Figura 26. Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 12: producción y consumo responsables
12.4 De aquí a 2020, lograr la gestión ecológicamente racional de los productos químicos y de todos los residuos a lo largo de su ciclo de vida, de conformidad con los marcos internacionales convenidos, y reducir significativamente su liberación a la atmósfera, el agua y el suelo a fin de minimizar sus efectos adversos en la salud humana y el medio ambiente.
12.5 De aquí a 2030, reducir considerablemente la generación de residuos mediante actividades de prevención, reducción, reciclado y reutilización.
12.6 Alentar a las empresas, en especial las grandes empresas y las empresas transnacionales, a que adopten prácticas sostenibles e incorporen información sobre la sostenibilidad en su ciclo de presentación de informes.
Fuente: ONU (2021), “Objetivo 12: Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles”, Objetivos de Desarrollo Sostenible, Organización de las Naciones Unidas.
Varios instrumentos y acuerdos internacionales relacionados con el manejo de residuos peligrosos (algunos de los cuales se mencionaron en el apartado 2.3.3) respaldan estos objetivos:
- Enfoque Estratégico para la Gestión de Productos Químicos a Nivel Internacional (SAICM, por sus siglas en inglés)
- Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes
- Convenio de Basilea sobre el Control de los Movimientos Transfronterizos de los Desechos Peligrosos y su Eliminación
- Acuerdo de París (sobre GEI)
- Convenio de Róterdam sobre el Procedimiento de Consentimiento Fundamentado Previo, aplicable a ciertos plaguicidas y productos químicos peligrosos objeto de comercio internacional
- Convenio de Minamata sobre el Mercurio
- Protocolo de Montreal Relativo a las Sustancias que Agotan la Capa de Ozono
- Acuerdo de la Paz entre México y Estados Unidos (región fronteriza)
El Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) apoya la implementación de proyectos dirigidos a fortalecer las capacidades institucionales y de gestión. Por su parte, la CCA ha abordado cuestiones relacionadas con sustancias químicas de interés mundial a través del programa Manejo Adecuado de las Sustancias Químicas (MASQ) y la formulación de Planes de Acción Regionales de América del Norte (PARAN) que han contribuido al manejo ambiental adecuado de sustancias como dioxinas y furanos, DDT y mercurio, así como al monitoreo de contaminantes orgánicos persistentes (COP). La CCA también ha coordinado proyectos relacionados con los movimientos transfronterizos de residuos en América del Norte y la elaboración de guías para fortalecer las prácticas de manejo de residuos (por ejemplo, baterías de plomo-ácido usadas) (CCA, 2016).
El Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD, por sus siglas en inglés) se centra en el consumo como una de las fuerzas impulsoras para una producción más sostenible. La producción y el consumo sostenibles deben ser inclusivos e integrar la participación de gobiernos, empresas y la sociedad en general a fin de minimizar la huella ambiental humana a través de la producción racional y el uso eficiente de los recursos naturales, al mismo tiempo que se reduce la generación de residuos y se fortalece la oferta de productos y servicios. Con base en la Comisión sobre el Desarrollo Sostenible (CDS) de las Naciones Unidas, el WBCSD define la producción y consumo sostenibles como:
“El uso de bienes y servicios que responden a las necesidades esenciales y brindan una mejor calidad de vida, al mismo tiempo que se minimizan el uso de recursos naturales, el manejo de materiales tóxicos y las emisiones de residuos y contaminantes a lo largo del ciclo de vida, para no poner en riesgo las necesidades de las generaciones futuras.”[76]
La producción sostenible puede impulsarse mediante el etiquetado de productos certificados, lo que permite a los consumidores tomar decisiones informadas sobre sus compras; los pagos directos por el uso o aprovechamiento de los recursos naturales, y la negociación de permisos para la extracción y uso de materias primas. Estas alternativas al modelo “producir-usar-tirar” se adhieren a los principios de la economía circular, que procura un mayor grado de sostenibilidad a partir de la consideración del ciclo de vida de los productos o servicios producidos.
Un modelo de economía circular ampliamente reconocido es el que promueve la Fundación Ellen MacArthur (véase la figura 27) como alternativa a la producción y el consumo irracionales a escala mundial. Este modelo se centra en reducir el consumo y fomentar la creación de valor a través de la extensión de la vida útil de un producto, así como el aprovechamiento de los materiales y componentes del producto al final de su vida útil.
Figura 27. Esquema de economía circular
Fuente: Fundación Ellen MacArthur (2014).
Actualmente, los gobiernos contemplan varias estrategias para pasar de una economía lineal a una circular. Una de estas estrategias es la implementación de incentivos económicos que sirvan de complemento a los instrumentos de regulación; incentivos entre los que pueden incluirse:
- Establecer precios adecuados para los recursos mediante políticas fiscales orientadas a reducir el daño ambiental y, simultáneamente, generar ingresos internos sustanciales. Por ejemplo, eliminar los subsidios a los combustibles fósiles generaría 2.9 billones de dólares anuales, además de reducir las emisiones globales de carbono en más de 20% y las muertes prematuras por contaminación del aire en 55% (PNUMA, 2017). Los ingresos generados podrían utilizarse para respaldar inversiones en tecnologías limpias, capital natural e infraestructura social.
- Establecer impuestos que impongan una mayor carga sobre el uso de los recursos y la generación de contaminación, y que favorezcan la producción sostenible, así como la reutilización, reparación y reciclaje de bienes y productos.
- Adoptar cargos y tarifas por contaminación y enfoques o estrategias de “quien contamina paga”, en los que la prevención y minimización de la contaminación sean elementos fundamentales para la toma de decisiones. Los cargos por contaminación se basan en la cantidad de contaminantes vertidos al medio ambiente, mientras que los cargos al usuario se cobran, por ejemplo, por la recolección o eliminación de residuos, o el tratamiento de aguas y suelos contaminados (PNUMA, 2017).