Desafío Juvenil para la Innovación

Gracias a sus digestores anaeróbicos, el dispositivo convertirá desechos alimentarios en biogás, combustible que, luego de pasar por múltiples etapas, se transformará en electricidad.

En una fase inicial estamos centrando nuestra atención en negocios de comestibles, los cuales, con la ayuda de nuestro dispositivo, tendrán la capacidad de operar con un sistema cerrado que les permitirá generar electricidad a partir de los propios desechos producidos, sin tener que recurrir a una fuente externa de energía.

1. Innovación: Las plantas que actualmente aprovechan los desechos para la producción de energía (waste to energy, WTE) se limitan a grandes instalaciones industriales, lo que se traduce en un acceso inequitativo a sistemas de manejo de desechos para la generación de electricidad. Nuestra solución toma como modelo un sector de producción de energía en rápido crecimiento y lo redimensiona, haciéndolo más accesible y aumentando la sustentabilidad del proceso en beneficio de los negocios que la instrumentan. Lo innovador de nuestro dispositivo estriba precisamente en llevar a una escala menor un proceso de grandes magnitudes y crear un dispositivo con múltiples funciones que atiende en la fuente el problema de los desechos alimentarios.
2. Impacto: Al permitir a negocios en la industria de productos comestibles producir su propia energía a partir de los desechos alimentarios que generan, nuestro dispositivo eliminará enormes volúmenes de residuos orgánicos que, de otra manera, se enviarían a rellenos sanitarios, con lo cual se contribuye, en última instancia, a mitigar la contaminación atmosférica y fomentar el desvío de desechos alimentarios. Las tiendas de comestibles que instalen el sistema adquirirán independencia energética total, con una drástica reducción de su huella de carbono, y estarán así reflejando su responsabilidad social corporativa.
3. Viabilidad: Actualmente, las soluciones que atienden el problema de los desechos alimentarios, las instalaciones que generan energía a partir de residuos orgánicos y el manejo mismo de éstos suelen ser, en general, ineficaces, además de no contar con financiamiento suficiente. Nuestro dispositivo, por su parte, puede adoptarse a escala de América del Norte y es económico ($C5,000); al ser compacto y poder incorporarse fácilmente en un negocio, resuelve en la fuente el problema de los desechos alimentarios; asimismo, permite a los negocios beneficiarse de sus propios desechos al asumir la responsabilidad de los mismos, con lo que resta carga a las autoridades locales.
4. Reproducibilidad y escalabilidad: Los gobiernos de cada uno de los tres países de América del Norte reconocen la contaminación del aire y los desechos alimentarios como dos de los problemas que más afectan nuestro mundo y siempre están en busca de ideas innovadoras para hacerles frente. Nuestro dispositivo cumple con este objetivo, ya que puede aplicarse muy fácilmente para funcionar en cualquier rincón de la región: el mismo dispositivo puede reproducirse y utilizarse en todo negocio de comestibles. El proceso de convertir desechos de alimentos en energía será idéntico, independientemente del tipo de residuo alimentario de que se trate o dónde esté funcionando el dispositivo.

El concreto para infraestructura sustentable ROCAPET es un material apto para la construcción de edificios de todo tipo: oficinas comerciales e instalaciones industriales, educativas, culturales y deportivas, así como vivienda y otras construcciones de menor peso. ROCAPET posibilita la edificación de estructuras esbeltas con un compuesto durable que, además de permitir importantes ahorros económicos, posee una resistencia a la compresión similar a la del concreto: (f’c) de 150 a 350 kg/cm².

Con el uso de este material, se atiende el gravísimo problema de la contaminación por PET posconsumo y se contribuye a reducir la sobreexplotación de arena y grava, cuyos procesos de extracción, transformación y transportación generan emisiones de carbono y otros gases a la atmósfera. Al reutilizar el PET como materia prima en las construcciones, sustituyendo en cierto porcentaje al agregado pétreo, en primer lugar, se reducen y desvían miles y miles de toneladas anuales de PET posconsumo, y se evitan estos desechos que, acarreados por las corrientes de las lluvias, van a dar a ríos y océanos en donde al liberar sus componentes (dioxinas y ftalatos) afectan la salud y estabilidad de las especies más vulnerables. En segundo lugar, se apoya la preservación de dos recursos naturales no renovables: grava y arena, con lo que se mitiga el impacto negativo de su extracción y transporte en el medio ambiente.

Nuestra propuesta es innovadora, ya que pretende tomar el PET posconsumo —material en extremo abundante, cuyo desecho resulta nocivo para el ambiente— y tratarlo mediante procesos mecánicos, no tóxicos, para convertirlo en una materia prima apta para su uso en la construcción. Al reciclar el PET de esta manera, se produce un impacto favorable en la problemática ambiental, directamente visible —según se afirmó ya— no sólo en la disminución del desecho mismo en suelos, ríos y mares, sino también en la reducción de contaminantes por extracción, transporte y fabricación de otros materiales.

Encontramos que lo anterior es viable en un modelo en el que se creen una empresa de construcción y otra de normalización del PET que trabajen juntas: que en su cadena de valor se apoyen con pepenadores locales y con asociaciones de acopio comunitario para elaborar el concreto y comercializarlo en el mercado, y que logren así repartir los beneficios sociales y económicos entre sus colaboradores, al tiempo que se beneficia el medio ambiente. Nuestro modelo de negocio es fácilmente adaptable y reproducible a cualquier escala, pues con la metodología de tratamiento del PET propuesta se puede fácilmente elaborar concreto con materiales tradicionales disponibles en las localidades.

Pronto nos dimos cuenta de que los productos proteínicos actualmente comercializados son artículos con los mismos ingredientes desechados por restaurantes noche tras noche. Afortunadamente, gracias a la Ley Bill Emerson del Buen Samaritano sobre Donación de Alimentos (Bill Emerson Good Samaritan Food Donation Act) de Estados Unidos, la legislación federal protege a los restaurantes de toda responsabilidad por los productos objeto de donación.

Comenzamos formulando nuestra línea de superalimentos proteínicos: productos de panadería, proteína en polvo, galletas y otras deliciosas colaciones, todos derivados de excedentes de alimentos —intactos y viables— obtenidos de restaurantes. Los primeros productos que ofreceremos serán horneados, elaborados con restos de pulpa de fruta donados por expendios de jugos, y adicionados con granos enteros (arroz integral y quinua) procedentes de restaurantes locales.

Nos apasiona, además, el desafío de encontrar formas sustentables de alimentar a las personas sin hogar. Un aspecto singular de la solución que proponemos estriba en que, por cada artículo vendido, se donará una cantidad equivalente a organizaciones de asistencia alimentaria dedicadas a combatir el hambre en todo Estados Unidos.

Elegimos San Diego como tierra fértil desde donde poder construir un modelo de éxito que fácilmente podamos reproducir en otras de las principales zonas metropolitanas alrededor del mundo. La clave de éxito consiste en forjar sólidas relaciones con proveedores clave (restaurantes y expendios de jugos), además de optimizar un sistema sanitario y seguro de recolección y entrega entre nuestros asociados y nuestras cocinas comerciales. Una vez perfeccionado, el sistema podrá aplicarse fácilmente en otras grandes ciudades.